martes, 20 de enero de 2015

Chupetín, un gato de otro lugar…

Conocer la historia de Chupetín me hizo sentir la necesidad escribir esta nota para reflexionar sobre la importancia de pensar bien antes de actuar, ya que sobre todo cuando de animales se trata muy pocas veces evaluamos la consecuencia de nuestros actos.
Es importante analizar que nuestras decisiones pueden afectar de manera irreversible la vida de otro ser vivo. En ocasiones decidimos tal o cual cosa respecto de perros y gatos sin meditar previamente acerca de que pueden sentir ellos, suponemos que nuestra elección lo beneficiará, pero a veces los obligamos a transitar caminos que pueden afectar su bienestar.
Alfredo, un joven que trabaja en el extremo sur del país y pasa 15 días viviendo allí y 15 días con su familia en el gran Buenos Aires, conoció a Chupetín cuando tenía aproximadamente 5 meses de edad.
Chupetín es un gato macho común europeo (más conocido como gato de techo o mestizo de acera y cordón), de color blanco y negro, pelo semilargo, actualmente tiene alrededor de 3 años de edad. Habitaba en el campo en los alrededores del campamento humano, y competía con los zorros por restos de alimentos que les brindaban, supone que en los días muy fríos permanecía protegido en las cuevas de los zorros. Era cazador, se alimentaba también con ratas de campo, lagartijas y diferentes pájaros abundantes en la zona.

Al principio Chupetín era arisco y desconfiado, pero poco a poco Alfredo fue ganándose su confianza. Un día de caminata comenzó a seguirlo con maullidos amigables, y él aprovechó para convidarlo con pollo que al gato le encantó finalmente se transformó en una rutina diaria. Hace un año y medio, después de meses de intentarlo, pudo finalmente acariciarlo, primero poco tiempo hasta que Chupetín le permitió alzarlo y abrazarlo, al mismo tiempo que ronroneaba.
Los compañeros de trabajo lo conocían y le comentaban que cuando él volvía a su casa en Buenos Aires el gato desaparecía hasta su regreso.
Poco a poco se animó a ingresar al taller para guarecerse del frío y dormitaba sobre la maquinaria.
Siempre lo seguía en sus caminatas, pero al llegar a la oficina se negaba a ingresar, y permanecía esperando en la puerta hasta que Alfredo reaparecía. Un día decidió entrarlo a la fuerza, lo llevó en brazos y al colocarlo en el suelo el gato quedó petrificado, orinó de miedo y no atinó a moverse, permaneció parado en el mismo lugar por aproximadamente 6 horas, no siquiera intentaba escapar por la puerta que permanecía abierta. Al otro día lo encontró escondido sobre una estantería, y para que se animara a salir lo empujó suavemente con un tubo, escapó corriendo pero al poco tiempo regresó y con recelo ingresó nuevamente a la oficina, pero esta vez por sus propios medios, y a partir de ese momento la oficina dejó de ser un espacio amenazante para él, le hizo una puerta gatera por la que ingresaba y salía tantas veces como era de su agrado. La relación cada vez era más estrecha, podía abrazarlo, levantarlo en brazos pero si el volvía a Buenos Aires continuaba desapareciendo del campamento hasta su regreso. Poco a poco fue acercándose también a los compañeros de trabajo y permitía que lo acariciaran, era amigable con todos, cada tanto desaparecía por una semana pero luego regresaba.
Durante las vacaciones sus compañeros, que ya podían alzarlo y acariciarlo mientras ronroneaba y sacaban fotografías, le comentaron que Chupetín maullaba como si lo llamara.
Luego de un tiempo, decidió que podría traerlo a Buenos Aires a vivir con su familia, donde había otro gato y un perro, pero al querer colocarlo en el transportin se asustó mucho y orinó y defecó tratando de escapar del encierro por lo que durante un tiempo prolongado se trabajó la habituación a transportín hasta que finalmente podía permanecer en él sin temor, y comenzó a llevarlo durante cortos paseos en él mientras caminaba por el lugar.
Para traerlo finalmente a Buenos Aires fue necesaria la visita al veterinario de la zona para las vacunas y la revisión clínica necesarias para obtener el apto médico para el viaje en avión. Cuando el veterinario quiso sacarlo del transportín para revisarlo, escapó y fue capturado con un lazo de ahorque.
Finalmente viajó al aeropuerto y quedaba la última etapa de su travesía, no sabe que pasó durante el vuelo, ya en Buenos Aires, lo notó tranquilo en la cinta transportadora y maulló un poco durante el viaje en el taxi, en la casa lo llevó a un galpón y Chupetín permaneció escondido entre cajas durante un tiempo, lo llevó a su dormitorio y el gato quedaba paralizado sin atinar a moverse unos pocos centímetros. Trataron de que permaneciera separado del otro gato pero cada tanto éste se escapaba del lugar donde permanecía encerrado y buscaba molestar a Chupetín.
Chupetín permanecía sobre un mueble o sobre la cama y estaba más activo durante la noche, si abrían la puerta para permitirle explorar salía un poco y retornaba rápidamente con postura baja y dando señales de temor, cuando el dueño estaba en la casa lo seguía de a ratos, pero cuando tuvo que volver a su trabajo en el sur, Chupetín desapareció y hasta el día de hoy no volvieron a saber de él. Los vecinos dicen haberlo visto caminando sobre las medianeras pero no respondió nunca al llamado, tampoco se acercó a comer el alimento que dejaron en diferentes lugares para que retornara al nuevo hogar.
Esta historia es real y creo que ilustra bien lo que escribí previamente acerca de cómo nuestras decisiones pueden a afectar a otros. Muchas veces nuestras buenas intenciones pueden perjudicar a otro sin quererlo. Chupetín vivía quizá con frío y a veces con hambre en un lugar para muchos inhóspito pero que él conocía bien y al que se había adaptado y le permitía sobrevivir.
Fue trasladado a Buenos Aires, no dudo que con buenas intenciones, pero llegó a un lugar totalmente desconocido, con otros olores, otros ruidos…, nada que le recuerde a ese lugar que conocía tan bien, y sintió la necesidad de escapar quien sabe a donde.
Antes de tomar decisiones que pueden afectar a otros deben evaluarse las posibles consecuencias y llegado el caso, con ayuda de la etología clínica, tomar las medidas preventivas adecuadas para aumentar las posibilidades de buenos resultados.
El gato no es un perro pequeño que maúlla, pertenece a una especie que es diferente al perro y al hombre, y esta especie es territorial, por lo tanto necesita encontrarse en el espacio que lo rodea para mantener su bienestar.

Algunos de mis pacientes:

En unos segundos estaré listo...