jueves, 13 de julio de 2017

Ladridos: Un problema entre vecinos

Tiempo atrás, uno de los periódicos más vendidos en la ciudad de Buenos Aires publicó una encuesta de “Trial Panel Argentina”, acerca de las cosas que más molestan a los vecinos en el país. Según ella, el 45 % de los encuestados se queja por la falta de respeto a los horarios de poner música o hacer arreglos en la casa; el 32 % por el estacionamiento en lugares que no corresponde; el 35 % por ruidos y gritos de sus vecinos; y el 39 % por el ladrido o gemidos de perros y gatos cercanos.

El habitar en barrios de casas bajas minimiza algunos de estos problemas, aunque no todos ya que el ocupar el garage de otro o los ladridos también son motivo frecuente de discusiones entre vecinos; además agregaría que el perro orine contra las paredes de la vivienda o defeque en la vereda sin generar en el propietario ningún intento de evitarlo o limpiar lo que su animal ensucia.
Lo citado evidencia la falta de respeto hacia el otro y la vigencia del sálvese quien pueda, que lamentablemente es algo que nos caracteriza como sociedad.
Como consecuencia de las vocalizaciones del animal de compañía, generalmente perro pero también gato, hay quienes deciden mudarse pero, como esta mudanza no corrige la causa del problema, al poco tiempo se repiten nuevamente los inconvenientes con los vecinos. Las cartas documento, denuncias en la policía, e incluso notas con amenazas de muerte para el animal por el malestar que genera su ladrido en presencia o ausencia del dueño, se suceden una y otra vez independientemente de donde habiten.
Por esta razón el ladrido del perro es una causa frecuente de consulta en etología clínica. Lamentablemente muchas veces la consulta es tardía y la causa desencadenante del problema ha empeorado con el correr del tiempo. Al momento de la entrevista su propietario suele desear terminar con este inconveniente “para ayer”, cosa que es imposible en esta especialidad de la medicina veterinaria, ya que la solución de cualquier problema de comportamiento necesita tiempo, y demanda compromiso y esfuerzo de parte del propietario para llegar a un final feliz. Hay que hallar el origen de la vocalización excesiva, el propietario y el su compañero deben empezar a entenderse, y a partir de allí trabajar juntos para resolver la situación.
Pero, ¿qué genera el ladrido del perro?, las causas son variadas y a continuación cito como ejemplo a varios de mis pacientes:
“Pochi”, hembra mestiza de 10 Kg. de peso y 3 años de edad, ladra en forma descontrolada cuando escucha el ascensor, gente que transita en el pasillo, o el regreso de los vecinos a su hogar. Nunca obedece la orden de callarse, e incluso el reto puede ocasionar una respuesta agresiva de su parte.
“Homero”, Ovejero alemán de 6 años, vocaliza incansablemente y busca escapar cuando escucha truenos o petardos, trepando incluso a lugares impensados.
“Lucas”, un Weimaraner de 4 años, ladra incesantemente cuando se queda solo en la casa aunque sea muy poco tiempo; y en forma amenazante a su propietario cuando no respeta sus exigencias, o lo reprende. Durante la consulta lo hizo sin descanso buscando la atención de su tutor que me repetía una y otra vez “está incómodo, se quiere ir”, y la verdad es que yo también llegué a desear que desapareciera como por arte de magia.
“Otto”, un Doberman de 5 años, ladra durante horas al quedar solo en un patio de pequeñas dimensiones, cuando pregunté por que permanece allí durante el horario de trabajo respondieron que era muy destructivo.
“Laurita” una Golden retriever de 8 meses, arremete ladrando contra los ventanales de vidrio cuando es relegada a ese lugar por sus malos comportamientos. Obviamente por los ladridos y la queja de vecinos y la posible rotura del cristal le abren rápidamente reforzando la mala conducta.
“Lucho”, un Bull dog inglés de 2 años, ladra y gruñe, desde arriba de una silla que le permite observar hacia la calle, a perros que transitan por la vereda opuesta al edificio.
“Luisito”, un mestizo de 4 meses, ladra incansablemente si la dueña conversa por teléfono, o si durante el paseo se detiene a hacerlo con alguien en la calle o desea mirar vidrieras. La llegada de visita desencadena ladridos interminables, en consecuencia prefiere no recibir a nadie porque el momento que debería ser placentero se transforma en tortura.
También está el ejemplo de “Dulce”, una hembra Beagle de dos años, que ladra cuando las visitas se paran para circular por la casa, esto imposibilita a los dueños a recibirlas hasta altas horas de la noche porque este comportamiento genera muchas quejas de los copropietarios.
“Carla y Vitto”, una pareja de Bull dog francés de 4 y 5 años, a los que es muy difícil llevarlos de paseo porque ladran excesivamente desde que sus propietarios toman la correa, el viaje en el ascensor es un descontrol y el bullicio que hacen al salir del edificio y durante todo el recorrido es insoportable, incluso para sus dueños que “los adoran”, porque los vecinos, salvo excepciones, ya “los odian”. Comentan que el comportamiento de los perros les genera mucha vergüenza ya que, tanto en el edificio como durante el recorrido, reciben miradas de desagrado.
Y el caso de “Nube”, una hembra Boxer viejita que duerme muy poco, camina constantemente, y ladra día y noche en forma monótona impidiendo el descanso de quien se encuentre cerca.
Entonces, los motivos de consulta por grandes ladradores son infinitos, y podría seguir enumerando ejemplos de perros de distintos sexo, tamaño, edad y raza.
La vocalización excesiva puede deberse a que busca defenderse o imponerse. Unos ladran por temor a quedarse solos, otros porque no desean que el propietario abandone el lugar, para defender su territorio, o porque lo atemoriza aquel que está del otro lado de la puerta, por ruidos que escuchan, porque no desean que su dueño converse con otros, porque demandan alimento, agua, caricias, por la excitación que les genera el paseo, porque es anciano y no se ubica en el tiempo y el espacio… Puede ladrar si lo hacen perros vecinos, o cuando invita al juego a un compañero del grupo integrando así un comportamiento social, etcétera.
Si el perro ladra en exceso es un signo clínico de diferentes problemas de conducta que indican malestar emocional y por lo tanto debe ser atendido. Es importante encontrar su origen mediante el examen clínico etológico, llegar al diagnóstico y determinar el tratamiento, que debe ser diagramado especialmente para el paciente y su entorno.
Hoy está de moda, y lamentablemente muy difundida, la utilización de los collares antiladrido. Estos dispositivos debieran estar prohibidos, no atacan la causa del mal comportamiento, y en el caso de los eléctricos muchas veces generan dolor y quemaduras de distinto grado en el cuello, generando así miedo y más ansiedad, lo que a su vez desencadena mayor ladrido. El ladrido excesivo es un indicador de falta de bienestar por lo tanto es necesario que no precise hacerlo, no que deje de ladrar por temor al castigo.
Un perro que se comporta bien es un compañero de vida sin igual, de lo contrario muchos son abandonados o entregados en adopción, cosa que evidencian los refugios abarrotados de animales sin dueño.
El buen comportamiento es signo de salud física y emocional. El ladrido excesivo, independientemente de su causa, tiene tratamiento y se puede prevenir.

Algunos de mis pacientes:

En unos segundos estaré listo...