lunes, 4 de julio de 2016

Mi amigo y protector

Apolo fue el primer perro de la familia, un mestizo de collie que llegó de cachorro para acompañar a mi hijo mayor de un año y medio. Era amigable con conocidos y extraños en la calle y en casa, a quienes le dirigían la mirada se acercaba moviendo la cola y todo su tren posterior invitándolos a acariciarlo, pero cuando por alguna razón se quedaba solo con la persona ajena al hogar demostraba su instinto guardián, se paraba erguido frente a ella y evitaba con una mirada amedrentadora que se moviera del lugar a donde estaba hasta nuestro regreso, cuando nuevamente se comportaba como amigo. Pasaron años y mis tres hijos se sentían seguros en su compañía, la frase “No te preocupes mami, Apo nos cuida” era frecuente y yo sabía que en su presencia nada malo podría sucederles.

Una noche, mientras estaba entrando el auto en el garage, su ladrido de alerta y la ferocidad con que se abalanzaba a la puerta de calle avisó a mi familia de que algo malo me estaba sucediendo afuera, gracias a su conducta dos delincuentes que me amenazaban con armas de fuego se dieron a la fuga sin hacerme ningún daño físico, pero sí emocional ya que por varios meses temí salir a la calle cuando oscurecía, solo lo hacía si Apolo me acompañaba, con él me sentía protegida. Nadie se lo había enseñado, estaba en su naturaleza, formábamos parte de su mundo y así debía ser sin evaluar los riesgos.

Esta es solo nuestra historia pero hay muchas otras.
Desde el comienzo el perro ayudó al hombre en la caza, la guerra y la defensa de su hogar; con su ladrido avisaba la presencia de extraños en los alrededores a cambio de alimento y resguardo.
Hoy, después de miles de años y salvo excepciones, se elige su compañía por el cariño que despierta más que por sus servicios. La presencia del perro alegra la vida de las personas y da motivo de conversación con amigos y conocidos, y hasta con aquellos extraños con quienes nunca se hubiera entablado una charla.
Pero la inseguridad que nos rodea sobre todo si se habita en una casa, hace que su trabajo de guardia sea necesario, y muchos propietarios suponen que para cumplir bien con esa función sólo debe relacionarse con las personas del grupo familiar íntimo, sin considerar que para ser un buen guardián el animal debe poseer comportamiento equilibrado, y estar socializado y jerarquizado ya que de lo contrario ocasionará más problemas que beneficios.
También con este fin se lo suele adiestrar para ataque sin evaluar bien a la persona a quien legan esta responsabilidad, si no es idónea dañará la salud emocional del animal y llevará a que sea peligroso para convivir si no recupera su bienestar. Desde mi punto de vista considero innecesario hacerlo con el perro de compañía.
La defensa del territorio y el grupo de pertenencia integra el repertorio comportamental normal de la especie canina y parece ser un remanente conductual de su ancestro, el lobo. Se relaciona con la jerarquía que ocupa el individuo en el grupo social y es independiente de sus características físicas ya que puede observarse en animales de pequeño o gran porte. A mayor jerarquía mayor responsabilidad en la defensa del territorio y más probabilidad de ubicarse en las zonas principales y protegidas del mismo. Esta jerarquía también hará que sea acompañado por el resto de la manada cuando deba enfrentar a un oponente.
El espacio propio incluye zonas de diferente tamaño e importancia, a algunas de ellas no se puede ingresar sin permiso del animal ya que de lo contrario puede reaccionar en forma agresiva, en el consultorio es frecuente el comentario “mordió cuando lo acaricié en la cabeza”, o “mordió cuando fui a acariciarlo a su refugio”. Hay áreas que comparte con otros miembros del clan y no es permitido el ingreso de extraños (la casa, el vehículo); y otras que comparte con individuos de otros grupos, por ejemplo la plaza. En esta última el macho señalará su presencia mediante la marcación con orina.
Pero, ¿es correcto que el perro del hogar no deje entrar a quien su dueño invita a ingresar al mismo?
La respuesta es NO.
Veamos ejemplos:

  • Al sonar el timbre el perro ladra y acude en busca del dueño quien se aproxima a la puerta, ante un gesto del propietario el animal se tranquiliza y observa, si el extraño es invitado a ingresar a la vivienda no manifiesta agresividad.
  • Al sonar el timbre el perro ladra agresivamente y el propietario no puede recibir o conversar con quien está tras la puerta o reja, lo mismo suele suceder a través de la ventanilla del vehículo, esta situación genera gran incomodidad en ambas personas hasta que el perro es retirado, a veces no tan fácilmente, del lugar. Incluso suelen evitar recibir visitas por su mala conducta.

El primer ejemplo muestra a un individuo con comportamiento equilibrado, no así el segundo que evidencia en el perro la ausencia de posición jerárquica clara y subordinada en la manada familia, y debe corregirse.
La conducta territorial puede alterarse por diversas causas desencadenando la agresividad del animal, entre ellas deficiente estimulación temprana, experiencias traumáticas o negativas que generaron miedos, o facilitación intencional del comportamiento agresivo por parte del propietario quien lo considera indispensable para sentirse a salvo.
Algunos perros evitarán el ingreso a extraños persiguiéndolo hasta los límites territoriales, al mismo tiempo que avisan con sus ladridos al resto del grupo para que se sumen en la acción. Otros reaccionan ladrando en forma amenazante y vacilando entre el avance para imponerse y la huída temerosa ante el menor movimiento del extraño, siempre manteniéndose a distancia prudencial, si el desconocido se retira pueden morderlo desde atrás. Unos manifiestan agresividad sólo en presencia del dueño, son animales inseguros que necesitan del apoyo del otro, generalmente no obedecen la orden del propietario de tranquilizarse. Otros lo hacen para protegerse a sí mismo porque aprendieron que así mantienen alejado a quien le genera temor. Algunos son muy tímidos y muestran claramente la cabeza baja, cola baja, orejas retraídas y evasión, y solo reaccionan cuando se sienten acorralados sin posibilidad de escape; otros sólo muerden si son tocados sin mostrar signos de timidez.
Es agradable sentirse protegido por el perro de la familia pero es importante no estimular nunca su agresividad. Si es equilibrado leerá correctamente el lenguaje no verbal del extraño, detectará el peligro y actuará en defensa de su grupo si la situación lo requiere.
Hay que recordar que él no puede decidir quien ingresa al hogar en presencia del dueño, si lo hace está indicando un problema de comportamiento que debe corregirse para disfrutar plenamente de su compañía.

Algunos de mis pacientes:

En unos segundos estaré listo...