miércoles, 20 de enero de 2016

Más que un amigo un gran problema.

Muchas veces se adquiere un perro de raza por sus características físicas y supuesto comportamiento. Diferentes fuentes, algunas serias y otras no tanto, informan estos datos, que casi siempre se adaptan perfectamente a los deseos de la persona sin importar de cual raza se trate.
Así, por ejemplo, el perfil comportamental de la raza Labrador retriever, lo muestra como un perro emocionalmente estable, que aprende fácilmente, juguetón, medianamente activo (no muy inquieto), poco destructivo, con baja reacción a los estímulos comunes (ruidos, visitas, movimientos de la casa), poco ladrador, muy tolerante con los niños, más o menos sociable con extraños, no muy guardián y con poca tendencia a demostrar dominancia hacia el propietario y otros perros.
Lo esperado hace que sus nuevos propietarios se sorprendan cuando en lugar de lo leído comparten sus días con un pequeño monstruo de Tasmania, que es muy inquieto, rompe todo lo que encuentra a su alcance, mordisquea de los pantalones o polleras, y genera lesiones con dientes y uñas más allá de lo tolerable para un cachorro.
Sucede que frecuentemente no se menciona que en el perro, el desarrollo del comportamiento es lento y progresivo, y es el resultado de lo que heredó de sus padres, abuelos…, del ambiente que lo rodea desde su gestación y de lo que aprende día tras día. Por ser un animal de manada, necesita de los adultos de su grupo para que le enseñen como desenvolverse más tarde, por lo tanto también requerirá de su propietario tiempo, paciencia y buena disposición para que pueda aprenderlo.
Entonces, comprar un cachorro de una raza específica no garantiza su futuro comportamiento ya que son muchos los factores que influirán en él.

Para ilustrar lo citado conozcamos la historia de Franco, un hermoso Labrador retriever, macho, de casi 9 meses de edad y más de 30 Kg de peso, que convive con una pareja joven, Luz y Juan, quienes lo adquirieron porque “deseaban una mascota mimosa” y, “por lo que habían podido averiguar”, esta raza se adaptaba perfectamente a lo buscado.
Deciden consultarme porque para Luz el perro es un gran problema que hace que se vaya de la casa más temprano de lo necesario y regrese tarde para no estar a solas con él.
Sucede que cuando Franco y Luz están solos, si ella no cumple con sus demandas o lo reprende, se abalanza con gruñidos y ladridos amenazantes, y le muerde y pellizca los brazos, manos, glúteos, piernas, costillas… causándole moretones o hematomas de tamaño considerable. Si tiene algo en la mano, ya sea alimento o no, no duda en robárselo en forma brusca y destrozarlo o comerlo, según el caso.
Es muy desobediente e ignora los retos, reacciona a estos sacudiendo y rompiendo el diario adonde orina o abalanzándose sobre ventanales o puertas cerrados, en consecuencia las puertas ya están casi todas rotas. No tolera la frustración y cuando quiere algo ladra, incluso lo hace a la mañana temprano si no le dan de comer, esto genera problemas serios con los vecinos que también se quejan por sus ladridos cuando queda solo.
No pueden comer en su presencia, sube con las manos a la mesa (igual que a todos los muebles), les saca la comida del plato y si lo retan ladra y tira tarascones “jugando”.
Roba zapatos, zapatillas, toallas, repasadores, ropa, celulares, anteojos…, se esconde debajo de la mesa, lo rompe y se lo come, si se lo quieren sacar gruñe. Además mordió las patas de casi todos los muebles y la pared.
Cuando suena el timbre o el portero eléctrico ladra con los pelos del lomo parados. Si Paz habla por teléfono, muerde el cable, ladra, le mordisquea las manos o se monta sobre sus piernas obligándola a interrumpir la conversación.
Tiene momentos de exceso de actividad, corre sobre cama o sillones y atropella lo que encuentra a su paso.
Lo acarician muy poco porque mordisquea las manos con fuerza. Además, cuando sus dueños se recuestan sobre el sofá para descansar, muerde con presión importante los pies. Si se abrazan se interpone entre ambos y ladra.
Es “muy amigable” con las visitas, las recibe a los saltos y no se tranquiliza con el correr del tiempo sino que molesta constantemente buscando su atención, cuando era de menor tamaño resultaba gracioso, pero ahora mancha o rompe la vestimenta.
Sacarlo a pasear, a pesar de haber trabajado con un entrenador, es un suplicio, no se deja colocar la correa porque salta y la muerde, y a pesar del collar de ahorque sube enloquecido al ascensor, y al salir se abalanza sobre la gente que pasa (mucho más si llevan bolsas de supermercado), tironea de la correa arrastrando a quien la sostiene y cruzándose de un lado hacia otro, come lo que encuentra en la calle… En consecuencia cada vez sus salidas son más cortas y espaciadas complicando el cuadro aún más. También en el auto va muy inquieto, saltando, y ladrando.
Nada de lo referido anteriormente se amolda a lo que Paz y Tomás deseaban cuando decidieron traer a Franco al hogar. Su comportamiento causaba muchos problemas y si no se modificaba, se desprenderían de él.
A pesar de su urgencia, les pedí un poco de tiempo y paciencia porque nada es magia y nada se consigue sin esfuerzo.
Tres semanas más tarde, en la segunda consulta, la evolución del tratamiento fue muy buena. Paz estaba feliz. Al mismo tiempo que me saludaba, me mostró sus brazos, ya no había moretones y no temía quedarse a solas con Franco. Todavía no se comportaba como un lord inglés pero estaba mucho más obediente y manejable, sin notarlo habían comenzado a hablar el mismo idioma y se comprendían. Había que continuar trabajando para que mejorara su conducta, pero lo más importante es que Franco no se quedaría sin hogar.
Después de mucho trabajo fue dado de alta. Volví a verlo dos años más tarde porque pronto se agrandaría la familia con la llegada de un bebé y deseaban prevenir que hubiera problemas. Todo salió muy bien.
Esta es solo una de las tantas historias de desencuentros entre propietarios y animales de compañía, perros y gatos, que desentraño día a día en el consultorio de etología, un trabajo emocionante que me alegra cuando la convivencia mejora y comienzan a disfrutar el estar juntos.
Entonces, no todo lo que brilla es oro y no basta una raza determinada para convivir con un buen compañero.

Algunos de mis pacientes:

En unos segundos estaré listo...